Mister, money-Mister, money
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l pequeño indígena,
natural del Cusco, estaba sentado desde la mañana temprano frente a la puerta
del importante hotel, en el centro de la ciudad imperial del Cusco,el ombligo
del mundo, como su nombre lo indica, antigua capital del imperio Inca.
Todas las mañanas
hiciera frío o lloviese, el bajaba a la ciudad desde el cerro donde su abuelo,
había construido una humilde choza, donde él vivía con su mamá y sus hermanos;
su papa se había ido a trabajar a la selva, hacía mucho que no tenían noticias
de él, su abuelo, le había contado que los abuelos de los abuelos ya vivían en
la ciudad cuando los incas gobernaban toda estas tierras. Ahora después que los
conquistadores Españoles habían pisoteado su cultura, robado las
riquezas del imperio y saqueado sus centros ceremoniales, mucha gente venía a
conocer lo maravillosa que había sido la ciudad de los Incas.
El niño tiritaba de
hambre y frio, solo su cabeza estaba abrigada por un chullo, exquisitamente
tejido por las hábiles manos de su madre, ella también tejía para venderles a
los turistas, pero había días en que no vendía nada, entonces, sus hijos salían
a conseguir alguito, como decían ellos para comer ese día.
Luego de pasar un
buen rato tiritando de frío con la vista fija en la puerta del hotel, esta se
abrió y salió una familia de turistas desabridos, gringos como le decían acá a
los rubios americanos y su adolescente, alto y más desabrido y desgarbado hijo.
Al instante se puso de pié y luego de desentumecer el pequeño cuerpito, corrió
hacia ellos, cruzando la calle y poniendo su mejor cara de lástima, los
persiguió hasta la esquina, extendiendo su manito y gritándoles, con su
vocecita con acento quechua, míster, money, míster money.
Así le habían
enseñado sus hermanos que le tenía que decir a los gringos para que le den dinero; él no sabía
que quería decir, pero si sabía, que si insistía diciéndoles eso, al final le
darían algo y se lo llevaría corriendo, para que su mama le hiciera algo rico
para comer y ya no tener frío y hambre, luego de tanto perseguirlos y gritarles
eso, la mujer le dijo al marido que le diese alguna moneda para que los dejase
en paz y pudiesen ir a desayunar tranquilos, el marido rebuscó en sus bolsillos
y le dio unas cuantas monedas con expresión de fastidio. De esa manera el rubio
y ejemplar padre, compró la libertad de su familia ante el acoso de ese pobre y
molesto indiecito. Pensó para sí, < las autoridades de esta ciudad deberían
hacer algo para que no molesten a los visitantes de esta ciudad que tanta plata
dejamos> y le dijo al hijo, en tono de darle una lección, < aprende,
siempre que visitas uno de estos lugares pobres, debes traer unas monedas en
los bolsillos, así te deshaces de los mendigos, que las malas políticas
económicas dejan en estos corruptos países >.
La familia de turistas se fue contenta a tomar
su desayuno, luego irían apurados a tomar el exótico tren turístico, que los
llevaría a conocer las ruinas de
Macchu Picchu, en las alturas de la
impresionante cordillera de los Andes.
Luego de unos tranquilos días de descanso en el Cusco,
el Mister volvió a Lima, a su rutinario trabajo, él era representante en Perú
de una importante empresa petrolera, multinacional decía el, o sea que no
pertenecía a ningún país, solo les interesaban los países cuando había un buen
negocio y aquí sí que lo había en este momento. Él era el señor Hoffman, era el
rey en sus impresionantes oficinas y tenía un ojo de lince para ver los
negocios donde nadie los veía, por algo el directorio lo había nombrado
representante para toda Latino América, del grupo inversor para el que
trabajaba.
Su secretaria le
avisó que en la sala de reuniones ya se encontraban los representantes del
gobierno, ese día se iban a firmar importantes contratos, para explotar el
petróleo en una zona de la cordillera, uno de los abogados de la compañía, leyó
el contrato a los presentes, en él se auguraba petróleo para veinte o más años,
según el informe de los técnicos, con unas ganancias más que fabulosas, correctamente
especificadas en el contrato según lo discutido con los representantes del
ministerio y que por supuesto eran los
encargados de firmar los contratos de explotación, un negocio que los favorecía
a ellos en lo personal y a la empresa petrolera en lo particular.
El señor Hoffman
habló antes de la firma y manifestó, estar de acuerdo en los veinte millones
que la empresa tendría que pagar, pese a la inversión que ellos harían y todos
los riesgos que ese negocio implicaba, pero entendía que el gobierno manejaría
adecuadamente ese dinero otorgando mejor educación y salud al pueblo, acto
seguido y después de los brindis, les comunico a los representantes del
ministerio que su comisión del cinco por ciento, estaba depositada en un banco
en el caribe, a nombre del ministro y como gesto de amistad la compañía los
invitaba a cada uno de ellos a visitar la imperial ciudad del Cusco, ciudad que
el tanto admiraba, con toda su familia.
Luego de firmar los
contratos y después de efusivos saludos y fuertes apretones de mano, los cinco
representantes del ministerio se retiraron contentos, con francas caras de
satisfacción, soñando en la semana que pasarían en el Cusco, gracias a la
generosidad de estos gringos.
Lo que no
entendieron fue cuando el señor Hoffman los despidió y les dijo,
─ no se hagan problemas, esta todo
pago, pero igual, lleven unas monedas.
1 comentario:
Hola esta es mi primer publicación, este cuento figura en mi primer libro de cuentos en Sud America, espero les guste y si no tambien critiquenlo, asi crecemos, gracias
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