El Examen
Fidel, entusiasmado,
escribía el desenlace final de su última novela, se encontraba emocionado, la
historia lo había llevado de la mano, el solo la ponía en el papel y ahora el
final se revelaba como perfecto, inesperado, puso el punto final y se reclinó
sobre el respaldo de la vieja silla, aunque satisfecho, le dolía algo la
espalda, pero había valido la pena, ahora solo faltaba el tedioso trabajo de
corrección, debía hacerlo una y otra vez, hasta que algo en su interior le
dijese, basta ya ¿hasta cuándo?, considéralo perfecto.
El aroma a comida le
despertó el hambre y este lo llevó de buen humor a la cocina, donde su esposa
reinaba, en el momento en que el, tenedor en mano, trataba de probar algo
exquisito cocinándose en la olla humeante, su esposa con aspecto de preocupada
le susurró, debo hacer algunas compras, ya no queda nada para cocinar. El en un
gesto instintivo, metió su mano en el bolsillo del pantalón y sacó un billete,
al momento de hacerlo, se dio cuenta que era el único, creyó tener otros.
Distraídamente en los últimos días le había estado dando para los gastos a su
señora, mientras el, apasionado, escribía su novela, ahora ya no le quedaba más
dinero. Debo conseguir un trabajo pensó, hasta estar lista la novela y
conseguir publicarla, pasará más de un año.
Le entregó el billete a
su señora y tomándola desde atrás de la cintura, le susurró al oído, — no te
preocupes, mañana voy a ver a Domingo y le pido por favor me alquile el taxi heredado
de su papá, en una semana ya estamos bien.
Domingo era su amigo de
la infancia, era taxista, su padre también lo había sido, hacía unos meses
había fallecido y su taxi fue heredado por Domingo, ahora el vehículo
descansaba en el garaje, de vez en cuando lo alquilaba a alguien de confianza,
Fidel era uno de ellos.
Al otro día según lo
prometido a su señora, Fidel fue de visita a lo de su amigo, este lo recibió
eufórico, lo trataba como si fuera su hermano, lógico, ya ni se acordaba los
años de amistad transcurridos.
Luego de tomarse un par
de cervezas, sentados en el patio, a la sombra de una joven vid que impúdica,
mostraba sus tentadores racimos de uvas aún verdes. Antes de sentirse mareado,
pues sabía que las cervezas seguirían viniendo, Fidel sacó el tema del alquiler
del vehículo, Domingo no le dio mucha importancia y le dijo que no se haga
problemas, mientras abría otra botella.
— Carajo con todo lo
que has estudiado y lo que te sacrificas escribiendo y tienes problemas con el
dinero, no te preocupes hermano, te lo doy y es más, te lo alquilo a la mitad
de lo que se lo alquilo a los demás, por algo eres mi hermano ¿no?. Salud, pero
eso sí hermano, debes tener los papeles en regla, salieron unas nuevas leyes,
piden varios requisitos nuevos para trabajar y si te encuentran manejando sin
esos papeles te secuestran el vehículo. La calle está cada vez más exigente y
no se le puede dar la chance a la policía para que te jodan, mejor es tener
todo en orden, ahora es buen negocio tener todo al día.
Fidel le mostró sus
papeles a Domingo, este los revisó de manera minuciosa y después de tomar un
breve sorbo de cerveza le dijo, — están bien, pero te falta un carnet de
seguridad, sin eso no puedes circular, pero no te hagas problemas, es fácil de
obtener, solo debes hacer un curso de dos días y listo, ya te lo dan y no te
hagas problema yo te pago el curso, toma te doy el dinero ahora para no
olvidarme, le extendió unos billetes que superaban el valor del curso, sabía
que su amigo estaba sin dinero. —Mañana mismo te anotas, así en dos días puedes
trabajar, pero ahora, ¡salud!—.
Al otro día Fidel fue
de los primeros en llegar a la academia donde dictaban el curso, una chica
sentada detrás de un viejo y feo mostrador, lo atendió, mientras disfrutaba masticando
un chicle le cobró el costo del curso y sin muchas explicaciones lo invitó a
pasar al aula, — en media hora viene el profesor —, escuchó que le decía desde
atrás.
En el aula había unas
treinta sillas o quizás algunas más, de las escolares, con su mesita
incorporada, en ellas ya había algunas personas sentadas, un gordo de pelo enrulado
y grasiento leyendo un diario, otro con un lustroso traje azul y dos muchachos
conversando entre ellos, saludó y se sentó en espera del misterioso profesor.
Antes que llegue el
profesor, entraron seis o siete personas más, por fin llegó el tan esperado
profesor, embutido en un gastado y brilloso traje azul y una finísima corbata
igualmente lustrosa, de última moda en los años sesenta del siglo pasado, de
cara aguda y finísimos y perdidos bigotes, debajo de su aguileña y gran nariz.
Después de saludar y
presentarse de forma muy solemne, comenzó la clase, ayudándose con unas
inmensas y viejas láminas, tenía el discurso aprendido de memoria, si alguien
lo interrumpía en ese momento, con seguridad se perdería, Fidel lo escuchaba
muy atento y se divertía de ver al pobre tipo como recitaba la clase, esa
manera de dictarla la hacía completamente aburrida, se trataba de reglas de
tránsito, derechos y obligaciones de los automovilistas y los peatones. El
hombre se dirigía a ellos en un tono de amonestación y así siguió los dos días de
duración del soporífero curso, al final de este, les repartieron una hoja
impresa con varias preguntas, este era el examen y algo parecido a un test psicológico, Fidel contestó las estúpidas preguntas en cinco minutos, luego les
dieron una hoja en blanco, en ella debían resumir lo aprendido en esos dos días.
Allí Fidel se sintió a sus anchas, era su
especialidad, comenzó presentando a los personajes, peatones, chóferes,
inspectores y por fin a las fuerzas de seguridad, se le ocurrió narrarlo como
un cuento, así comenzó a narrar el día completo de su protagonista, este era un
conductor, manejando hacia su oficina, distraído, pensando en algunos problemas,
ellos debían ser resueltos de inmediato, sin darse cuenta, en una esquina, pasó
un semáforo que en ese instante cambiaba a rojo, esquivando por poco a un audaz
peatón lanzado a cruzar en ese momento. Miró por el retrovisor y lo vio
gritándole, imaginó que lo estaba insultando y recordándole sus derechos.
En la siguiente
esquina, un policía de tránsito lo detuvo y tras leerle una serie de artículos
de un usado y manoseado librito que sacó en forma enérgica de su bolsillo
trasero, le labró un acta, el protagonista también protestó y le reclamó al
transpirado policía, sus derechos, recurriré a un juez, él sabrá interpretar
las leyes y se dará cuenta, esa papeleta que usted me labra esta
incorrectamente labrada, el protagonista lucía fuera de sí y también estaba
comenzando a transpirar.
En ese punto se le acabó la hoja y se levantó
furioso, posesionado con la redacción del relato, el profesor lo miró extrañado
y le entregó una nueva hoja. El siguió escribiendo entusiasmado, esta historia
da para un cuento pensó, se le ocurrió crear otros personajes, un político gritando
sus discursos en un parque, ante una aburrida multitud de madres vigilando a
sus hijos y jubilados, escuchando lo tantas veces dicho en sus ya gastadas
vidas, también las leyes de tránsito estaban en el discurso del eufórico
político, cuando Fidel decidió darle punto final a lo solicitado por el
profesor de lo aprendido en el aula, puso en boca del político, personaje que
cada vez lo entusiasmaba más, una crítica a lo mal redactada que estaba la ley
de tránsito y puntualizó algunos deberes, avasallando a otros, en ese momento,
decidió terminar el informe, supuso que tres hojas escritas eran suficientes.
Firmó y se lo entregó al profesor, este lo miró extrañado, mientras de reojo
miraba la cantidad de lo escrito por Fidel.
Al otro día debía pasar
a buscar su nota, si figuraba como aplazado no le entregarían el carnet y no
podría trabajar, si eso sucedía le complicaría la vida, en su casa ya no
quedaba nada para comer.
Y
con sorpresa vio con tinta roja que eso había pasado, le entregaron el escrito,
a su pedido, al final había una nota en tinta roja en ella le decían que ellos
no habían pedido una novela, con una
crítica a la ley, solo había de responder a las sencillas preguntas, con el fin
de evaluar si habían comprendido el curso al que habían asistido.
Cuando esa tarde, su
amigo, leyó la narración que le entregó Fidel para demostrarle lo injustos
que habían sido con él, después de leerlo estalló en una carcajada, estás loco
Fidel, les escribiste un cuento, estos son unos burócratas, los haces
descarrilar si los sacas de sus normas.
Miró fijo al compungido
Fidel, con una sonrisa tomó del hombro a su amigo y le dijo, mira, vamos a
olvidarnos del examen, yo tengo un amigo que me debe algún favor y trabaja en
una de esas oficinas, vamos a ver si él hace algo por nosotros y nos facilita
la entrega del carnet, tú tienes necesidad de trabajar de una buena vez. En
cuanto al relato, yo lo guardo, este y todos los que escribas de aquí en
adelante.
Ya sé, publicaremos un
libro y lo titularemos “los relatos de un taxista escritor”, ese será tu
examen.